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A propósito del 8M

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 13 mar 2019
  • 8 Min. de lectura


El patriarcado o el machismo puro y simple como siempre se ha conocido al ejercicio de dominación que los hombres han impuesto a las mujeres a través de la historia, al igual que cualquier otro tipo de dominación o sometimiento, está basado en la consciencia, nunca asumida ni aceptada obviamente, de inferioridad frente al sometido y a la ansiedad persecutoria basada en el miedo a que este último, de descubrirse superior o más poderoso, va a proceder a su sometimiento, proyectando de esa forma en el sometido todos esos aspectos negativos que él percibe en si mismo. Para ello, el sometedor siempre se ha valido del uso de la fuerza, la ignorancia y/o buena fe del sometido y de distintos tipos de artilugios circunstanciales que pueda ser funcionales a su deseo.

La historia está plagada de ejemplos.

Hace un tiempo, en el marco de un “tour Gospel” en la ciudad de Nueva York, la guía nos contaba que todo esa región fue originalmente colonizada por los holandeses y que si bien estos eran esclavistas, tenían normas bastante laxas con respecto de los “esclavizados”, como corresponde llamar a las personas que han sufrido o sufren de ese infame oprobio. De hecho, les permitían reunirse, celebrar sus propios rituales e incluso podían participar de los de los holandeses. Sin embargo, cuando los ingleses tomaron el control de la región, todo cambió. Estos fueron mucho más conscientes del riesgo que significaba que esa masa de personas, que les superaba ampliamente en número, y además, conocía mejor que ellos el territorio dado que llevaban más tiempo allí, osara rebelarse. Así que endurecieron dramáticamente las normas que regían a los esclavizados. Les prohibieron reunirse, abolieron sus ritos y celebraciones, los obligaron a “evangelizarse” e incluso les prohibieron hablar entre ellos. Intentaron denigrarlos al máximo, a nivel de meros objetos de intercambio.

Algo muy similar hicieron los españoles en LatinoAmérica y siguen haciendo todos aquellos que buscan someter a los otros, por la razón que sea.

En el caso del machismo, el hombre, y no me refiero aquí al genérico de la Humanidad, sino al género, descubrió que podía conquistar y dominar prácticamente todo lo que hubiese sobre la faz de la tierra. Pero descubrió también que había algo que nunca podría dominar: su propia descendencia y por ende la continuidad de la especie, dado que esta solo es posible a través de la mujer. Solo ella tenía y tiene el poder de albergar la Vida en su seno y hacer posible el milagro.

Así que, entre la enorme “herida narcisista” que esto le significaba, y le significa aún hoy día a pesar de miles de años de evolución y desarrollo tecnológico, el terror pánico al poder que esto implica para las mujeres y la necesidad irrenunciable a controlar su propia trascendencia, el hombre entendió que debía controlar, someter y por ende dominar de todas las formas posibles a la que era por un lado su mayor “objeto de deseo”, capaz de despertar sus “más sublimes y más perversas pasiones”, al decir de “Les Luthiers”, y por otra la fuente de sus más terribles temores al recordarles la más profunda falla de su pretendida omnipotencia.

Así que la confinó a la cueva, le cercenó su acceso a la educación y por ende al conocimiento, la convirtió en un objeto, la humilló de todas las formas imaginables, dinamitó su auto estima convenciéndola de que “no era nada sin un hombre al lado” e incluso llegó a mutilarla para impedirle sentir placer, práctica aberrante que, aunque parezca increíble, aún hoy, en pleno siglo XXI, todavía persiste en algunos rincones del planeta.

De hecho, tanto es el terror que “lo femenino” le generaba al hombre, que sintió la necesidad de reprimir al extremo de demonizar todo vestigio de esto en él mismo. Basta con ver cómo, al día de hoy, todavía se sigue tildando de “nenita” al niño varón “sensible” o que no reprime su llanto, para observar lo profundamente arraigado que esto está en la psiquis masculina y lamentablemente de muchas mujeres que han sucumbido a milenios de ese discurso machacado hasta el hartazgo.

Ya desde el vamos, desde el Génesis mismo, se nos plantea esa visión machista, patriarcal, donde el hombre, el masculino, no el genérico de la humanidad, es creado por Dios para estar al frente de toda la Creación. Y, como “no es bueno que el hombre esté solo”, Dios decide crear a la mujer para que le haga compañía. Ya desde allí, el relato bíblico coloca a la mujer en un segundo plano. No crea hombre y mujer a la vez, del mismo barro, para que sean co-responsables de toda su obra, no les da el mismo status. Crea a la mujer para que tenga un rol secundario, de compañía. Por eso también en los votos matrimoniales, aunque se utilicen cada vez menos y hoy día es cada vez más común que los novios escriban sus propios votos, en la fórmula tradicional, la mujer “promete seguir al hombre”.

Pero volvamos al Génesis, no solo Dios no los crea a la par, sino que crea a la mujer “a partir de una costilla del hombre” Podríamos decir que, de esta forma, plantea a la mujer como un subproducto del hombre, no como su par.

No conforme con ello, ya desde allí, y tal vez como forma de marcar la cancha para lo que vendría por miles de años, Eva es quien sucumbe ante la tentación de la serpiente, o casualidad, símbolo ancestral de la Sabiduría, y “convence” a Adán de desafiar el mandato de Dios, del Padre, comiendo el fruto del prohibido del Arbol del Conocimiento y provocando de esa forma la “caida del Paraiso”, vida idílica preparada por el Padre para quien se ciña a sus normas, y con ello convertirse el mortales y conocer el dolor y el sufrimiento.

Es decir, la osadía de Eva, la primer mujer, nos condenó a toda la Humanidad a vagar por el “valle de las sombras”.

De más está decir que este relato bíblico, que es compartido por las religiones preponderantes, fue escrito por hombres y no ha hecho más que plantear las bases de la que ha sido la cosmovisión imperante por miles de años.


Los ingleses no pudieron impedir que el espíritu de los esclavizados siguiera vivo en su interior y estos se las ingeniaran para manterlo y alimentarlo de las formas más creativas posibles, con el Gospel como una de las más hermosa de sus manifestaciones. Y así, casi cuatro siglos después y a pesar de que aún hoy día sigue habiendo algunos a los que les gustaría mantener las condiciones de la esclavitud, a pesar de que hace un siglo y medio de su abolición, los estadounidenses vieron a un afrodescendiente ocupar durante ocho años el más alto sitial de su nación.

De la misma forma, la fuerza arrolladora del espíritu femenino, nunca, a lo largo de la Historia ha sucumbido a la dominación y así, generación tras generación, desde el inicio de los tiempos, las mujeres han logrado burlar las cadenas y destacarse mostrando de forma inequívoca algo de lo que cada vez estoy más convencido: el femenino es el verdadero sexo fuerte.

Nada detiene a una mujer cuando pone en juego toda su determinación y propósito.

Obviamente, esto le ha costado al género femenino muchísima “sangre, sudor y lágrimas” Pero aún en los peores momentos, cuando la noche se cierne con su mayor oscuridad y parece que toda esperanza es inútil, siempre habrá una mujer dispuesta a levantarse, levantar la bandera y con su luz, mostrar el camino.

En lo personal, doy fe irrefutable de ello. Y en lo general, basta leer la Historia con ojos realmente críticos para ver que siempre ha sido así.

Se me va a decir seguramente que todo esto está cambiando y si bien es cierto y hoy muchas mujeres acceden a sitios que hasta hace unos pocos años les estaban completamente vedados. Esto es así por la lucha incesante de las propias mujeres que a base de lucha, tezón, convicción y esfuerzos denodados por demostrar que son dignas de esos logros, lo han ido consiguiendo.

Es cierto, hoy tal vez no se las quema en la hoguera por reivindicar un lugar diferente en este mundo que habitamos todos, pero muchas veces son “quemadas” en las “hogueras” de las redes sociales. Y ni que hablar de las que pierden la vida casi a diario víctimas de la violencia de quienes dicen amarlas.

Es más, aún hoy, en pleno siglo XXI, sigue habiendo lapidaciones, ablaciones, burkas, etc, etc. Y aunque parezca nimio ante tanta ignominia, fue noticia mundial hace muy poco que en algunos paises árabes, las mujeres fueron autorizadas a conducir, con todo lo que eso simbólicamente implica.

Nuestro país, al igual que en muchos otros aspectos, ha avanzado bastante en materia de equidad. No en vano fue uno de los primeros paises en aprobar el divorcio por sola voluntad de la mujer, el voto femenino y mucho más acá en el tiempo, legalizar la interrupción voluntaria del embarazo. No es poco, pero no alcanza. Todos sabemos que, aunque esté en el discurso, no existe realmente la igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer en infinidad de aspectos.

Es que no habrá realmente equidad hasta que no produzcamos un verdadero cambio en la consciencia que nos permita, a los hombres, vencer el miedo a lo femenino, incluso a lo femenino que llevamos dentro, nuestra ánima, al decir del maestro Carl Jung, y las mujeres, liberarse de las ataduras e introyectos que milenios de dominación machista han dejado en ellas.

Por suerte, cada vez son más los hombres que están en ese camino. Me causa mucho agrado ver cada vez más hombres en la sala de espera de pediatría, que comparten las tareas domésticas, que se “bancan” que sus parejas tengan mejores puestos de trabajo o ganen más dinero, o que no tengan vergüenza en saber dé e incluso comprar las toallas íntimas para sus parejas o sus hijas, sin miedo a ser catalogados de “pollerudos”.

Y por suerte también, cada vez son más las mujeres que dicen NO a cualquier intento de sometimiento o de avasallamiento de sus derechos. Las manifestaciones del 8 de marzo en prácticamente todo el mundo, así lo demuestran.

Pero no alcanza. Estamos en camino pero aún queda mucho por recorrer.

Y sin duda no será fácil.

Sueño con que muy pronto no importe si tu jefe es hombre o mujer, sino que sea el/la mejor, con que todos ganemos lo que nos merecemos en función de nuestras habilidades y competencias y no dependa eso de cual es nuestro sexo. Sueño que ningún niño u hombre tenga miedo a llorar si eso es lo que siente necesidad de hacer, que no sienta vergüenza de reconocer que es quien hace las tareas domésticas o que se queda con sus hijos para que su pareja pueda salir a trabajar, estudiar, hacer ejercicio o divertirse y que eso no lo haga objeto de burlas por sus pares.

Que ninguna niña sea tildada de “machona” porque quiera jugar al futbol ni ningún niño de “rarito” porque prefiera jugar con muñecas.

Y por sobre todas las cosas, sueño con que ninguna mujer sufra ningún tipo de violencia, se vista como se vista, sea bonita o no, o elija el estilo de vida que elija.

Y por supuesto, que ninguna otra mujer sea forzada bajo ningún concepto a hacer nada que no quiera y mucho menos, pierda su vida en manos de un hombre, no porque las leyes sean cada vez más rígidas con los victimarios sino porque, de una vez por todas, comprendamos que no podemos de disponer de la vida de NADIE porque NADIE nos pertenece.

Ojalá llegue el día en que la marcha del 8 de marzo no sea para reivindicar sino para celebrar la vida y homenajear a todas las que a lo largo de la historia han luchado por darle a las mujeres el lugar que se merecen.

Y que tengamos un día en que hombres y mujeres marchemos juntos para celebrar que desterramos las iniquidades y entre todos estemos construyendo un mundo mejor.

 
 
 

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