VER AL OTRO
- Admin
- 30 sept 2017
- 4 Min. de lectura
Qué vemos cuando miramos al otro? ¿Cuándo miramos a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros jefes, a nuestros subordinados? ¿Vemos realmente a la persona que tenemos enfrente? ¿O vemos lo que deseamos ver, lo que necesitamos del otro?
Vivimos en un mundo dominado por la imagen. Los políticos gastan millones de dólares en asesores de imagen que les enseñen hasta el más mínimo gesto, cuando reír, cuando emocionarse, cuando poner gesto serio, en fin, nada queda librado al azar y mucho menos a la espontaneidad. Y como contrapartida, existen técnicas para desenmascarar toda esa suerte de engaños a los que somos sometidos.
Un buen plato ya no se determina más por el sabor si no por cómo es presentado frente al comensal. Hace un tiempo, en un conocido reality gastronómico, uno de los jueces se negó a probar un plato de una de las aspirantes (en ese momento aún no había ingresado formalmente al programa) por el aspecto que este tenía. Sin embargo, los otros jurados lo convencieron de probarlo y la aspirante ingresó a la competencia y se convirtió en una seria candidata a ganar.
En Psicología tenemos el concepto de “rapport” que muy grosso modo implica la primera impresión, lo que el paciente siente al sentarse por primera vez en nuestro consultorio, frente a nosotros. La sintonía, la comodidad, la atención que experimenta y que puede ser determinante para el éxito o fracaso del vínculo terapéutico y por ende del tratamiento. En esto incide no solo la sintonía psicológica sino que puede resultar determinante desde nuestro aspecto físico, nuestra edad, como estamos vestidos y hasta el aspecto de nuestro consultorio e incluso la zona geográfica donde este último está ubicado.
Hay un viejo dicho que dice que “el hábito no hace al monje”, sin embargo he podido comprobar en “carne propia” lo contrario. Dos ejemplos de experiencias personales: Hace unos años, estábamos construyendo nuestra casa con un crédito de un banco de plaza y recibimos un cedulón de que debíamos notificarnos de una resolución que esperábamos ansiosamente para culminar la obra. Cuando voy al banco a notificarme, la persona que me atiende me dice que solo pueden hacerlo al escribano interviniente. Le explico lo más correctamente posible que nuestro escribano estaba de licencia, era enero y como es habitual, todos los profesionales relacionados a lo legal se toman licencia en esa época dada la conocida “feria judicial”, y que yo era el titular del crédito pero nada hizo cambiar a la funcionaria de su postura. Eso implicaba retrasar por lo menos un mes las obras y por lo tanto seguir postergando nuestra necesidad de poder mudarnos a la casa que con tanto esfuerzo estábamos construyendo, por lo que salí del banco sumamente frustrado y molesto. A pocos metros de la puerta me encuentro con un familiar de un amigo que precisamente es escribano y, luego de los saludos correspondientes y al verme visiblemente contrariado, me preguntó que me pasaba así que le cuento toda la historia. Con una sonrisa en la cara él me contesta “tranquilo, mañana ponete traje y corbata y volvé. Tratá de que te atienda otra persona y solo decile que venís a notificarte de tal expediente, no le digas quien sos y vas a ver que no tenés problema” Y así fue, al otro día, ataviado con mi “hábito” de escribano, logré notificarme de la resolución y continuar con las obras en mi casa. La imagen pudo más.
El otro ejemplo tiene que ver con algo que me ocurre prácticamente a diario en la institución de salud en que trabajo. No es el mismo el trato que recibo de los pacientes ni de los compañeros que no me conocen si voy “de particular” que si me pongo la túnica. Es más, muchos, tanto de unos como de los otros, asumen que soy médico solo por verme con la túnica puesta. ¡Y eso que en el bolsillo de la misma está mi nombre y dice además que soy psicólogo!
En fin, nos quedamos con la primera impresión y asumimos todo lo demás a partir de ella.
Por otra parte, la irrupción de las “redes sociales” por un lado nos permite estar conectados en tiempo real con el mundo pero por otro, facilitan que las personas se creen perfiles ideales donde intentan mostrar a ese mismo mundo una imagen que muchas veces dista enormemente de la realidad. Y lo que es peor, mucha gente termina creyendo su propia fantasía y viviendo en una realidad paralela que se nutre de los “me gusta” que recibe en sus constantes publicaciones.
A partir de allí, conceptos como la amistad por ejemplo, deben ser redefinidos. Toda la vida supimos que los amigos, los de verdad, aquellos con los que podíamos contar en las buenas y en las malas, eran una joya sumamente valiosa y bastante exótica y por lo tanto, debían ser cuidados, atesorados. Sin embargo, hoy día las personas tienen “miles” de amigos en sus facebooks y lo que es peor, a la mayoría los aceptaron sin tener mucha idea de quienes son. La amistad ya no es algo que se construye si no que se pide o se sugiere. Y esto lleva a que la intimidad, la exposición, el cuidado personal y la confianza, también deban ser redefinidos a riesgo de caer en desuso.
Hoy día estamos hiperconectados, tenemos en nuestros smartphones aplicaciones que nos mantienen al tanto de lo que hacen personas que viven a lo largo y ancho del mundo y a las que difícilmente conozcamos personalmente algún día, sin embargo ¿cuánto conocemos a la persona que tenemos sentada al lado, sea un amigo, un hijo, un hermano, o lo que es peor, nuestra pareja? ¿Cuánto sabemos de sus sueños, de sus desvelos, de sus preocupaciones o de sus logros? Y sinceramente ¿cuánto nos importa realmente saberlo?
Por todo esto es que te invito, amigo lector a que reflexiones conmigo acerca de lo que ves cuando estás frente a un otro/a. Y si realmente te interesa conocerlo o simplemente quieres ver en él/ella lo que buscas, que necesitas o simplemente proyectas.
Por qué solo viendo al otro tal cual es, despojado de nuestros deseos y proyecciones, conociéndolo profundamente y dejando que el otro entre en nuestra vida y nos conozca realmente es que podremos lograr vivenciar y disfrutar de la maravillosa experiencia del encuentro, de la magia del encuentro profundo de almas.
Continuará…
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